Cecilia Arditto Delsoglio

2015

 G.W.F. Hegel acerca del arte: una vez que éste perdió su función social (y religiosa) conservó su presencia como una forma vacía para la reflexión filosófica. Y, por cierto, el arte contemporáneo es una invitación constante a pensar en su propio estatuto artístico. 

[gtranslate]En un mundo flexible e inestable el sentido de las cosas cambia velozmente. Seguramente las generaciones pasadas tenían la misma percepción con respecto a su época. Pero la vida ahora es más larga. Vivimos muchos más años que nuestros abuelos, y con mejor salud, por lo que un vida moderna equivale a dos o tres vidas de generaciones pasadas.
El nuevo desafío contemporáneo es reeditarse, vivir el momento histórico en esta escena cambiante para nuestra nueva perspectiva de observadores longevos y a veces también creadores asiduos de -en el mejor de los casos- belleza y felicidad.
En mi casa no teníamos teléfono de línea hasta que cumplí 18 años. Tampoco teníamos televisión por una decisión sabia de mis padres. Internet no existía; Las computadores eran sólo accesibles para los ingenieros de la nasa o para el compositor multisubsidiado del primerísimo mundo. Lo mismo que dicen distintos viejos en cada época: otro mundo.

¿Cómo será el mundo dentro de 30 años?  Me gusta lo nuevo con locura, me da curiosidad. También me interesando el pasado. Eso, creo, es más un rasgo de modernidad que de la antigüedad en cuestión. Hay una concepción equivocada que relaciona los eventos del pasado con la nostalgia, cuando yo creo que la mezcla de presente y pasado es un rasgo típico de nuestra contemporaneidad, esta de ahora, la que nos toca vivir. Ya mismo.
Ser compositor es diferente ahora de lo que era ser compositor hace 20 años. Y ahora no se bien que significa. Perdida en el ahora, la actividad me gratifica pero la falta de sentido general me inquieta. Tal vez el sinsentido sea originado por la misma falta de perspectiva que tuvieron absolutamente todos los compositores escribiendo desde su ahora.
La actividad en la era contemporánea se siente vacía y solitaria: es un acto cada vez más individual para un resultado cada vez más homogéneo, con un resultado parecido en la China o en Temperley. En un mundo cada vez más individualista, todos hacemos mas o menos lo mismo y todos pensamos más o menos las mismas cosas. Valga la paradoja de la globalización.

El artista no es un mensajero de los dioses sino un entretenedor social de qualité, como lo era antes de la época de Beethoven. No digo que la tarea sea menos imporante, pero sí que las preguntas sobre el arte han cambiado sustancialmente. El siglo XX está siendo demasiado largo. Habría que dejarlo ir.

 

Próxima parada Pekín





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