Cecilia Arditto Delsoglio

Trayectorias

Una vez dije, hablando de las técnicas extendidas, que me interesaba explorar los instrumentos hasta el límite mismo de su pulverización, y así, licuados, que pudieran habilitar una música que prescindiera de su gestualidad típica e incluso del sonido. Fue para un ingreso a un doctorado, y me bocharon. Me dieron la posibilidad de corregir mi presentación y volver a presentarme en unos meses. Todavía lo estoy pensando…

Yo tengo distinto tipo de obras, algunas son más musicales en un sentido tradicional y otras más abstractas. “La Magia” forma parte de este segundo tipo de obras, más teóricas.
Me gusta pensarla como una música de sinestesias, donde el color de la baqueta está pegado a la pelotita de ping-pong que cae… la baqueta cae en quintillos y la pelotita no. La baqueta percute el mundo de la música y la pelotita se escapa al mundo real.
Es una música de trayectorias y esperas, donde el movimiento del brazo para alcanzar la placa dura 20 segundos y luego el golpe no suena. Es un atado de elementos foráneos con intrincado nudos que se vuelven una música extraña.
El Domingo, en Berlín, fui a una clase de Bikram yoga y me imaginé que la clase era mi pieza “La Magia” bajo la hermosísima mirada que las dos performers me devolvieron sobre mi música. (Danke Mädels, no saben cuanto aprendí de ustedes!)
En la clase de yoga, que dura 90 minutos, traté de no realizar ningún movimiento extra, no solo en las posiciones, sino especialmente en las transiciones (la vida está llena de esperas y de trayectorias; mientras escribo esto, estoy esperando estar en Buenos Aires ya mismo y abrazar a mi papá!).

Sigo…

En la clase de yoga no quería mover nada de más, ni los ojos, ni la respiración. Prestaba atención al movimiento interno y sutil de los músculos para pasar de una posición a otra, para acomodarse internamente y estabilizarse. Podría describir la experiencia como una intensidad cargada y lenta, una música constante y sin pausas.
No podía mantener el estado de concentración a lo largo de una hora y media, sino que entraba y salía de los estados de foco. El objetivo de la experiencia era la de poder concentrar la energía y dirigirla sin que se disperse en gestos superfluos. Y es en ese momento que entendí mi obra “La Magia”. Una obra de nada, de casi nada, una nota suspendida en el aire con un movimiento mínimo de los ojos. Una mano que describe un recorrido donde la música es la trayectoria y no la música que suena.  Una música calada, como diría Iñigo Giner Miranda.
En eso estoy. En un punto es más fácil hacer una torsión triple con el cuerpo que escribir una nota.
Namasté.

 

Nota a posteriori: 11-1-21

Años más tarde escribí una versión de La magia bajo el nombre de Gestalt, para el dúo Cuenco de Plata, Juanita Fernández en percusión y Malena Levín en piano . Con solo una reunión previa a los ensayos, ya que ellas viven respectivamente en Montevideo y en Buenos Aires y yo en Ámsterdam, la comunicación con el ensamble se fue dando a través de emails y videos post concierto.

El proceso fue interesante, ya que pude redondear la experiencia de Gestalt mucho tiempo después de escribir la pieza, y mucho tiempo después de los conciertos,  a través de las grabaciones y los distintos videos que grabaron las intérpretes. Y finalmente pude entender la obra. Y amarla. Y amar profundamente a estas dos intérpretes maravillosas, que pudieron lanzarse a la aventura en un momento en que ninguna de nosotras sabíamos exactamente de que se trataba todo eso.

 

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